Encontrando sanación en medio del caos climático

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Me desperté esta mañana con un sentido persistente de depresión, el humo de los incendios forestales mordiendo mi nariz y desdibujando las montañas hasta sólo parecerse a formas grises. Incendios forestales en mayo. Qué lío esta situación, seguía pensando. Los álamos tienen nuevas hojas verdes y las aves están regresando. Los arroyos en el Valle de Helena están completamente llenos del furioso deshielo embarrado; el paisaje está repleto con las flores de la primavera. Pero al norte, en Alberta y la Columbia Británica, la primavera ha llegado calurosa y árida. Los bosques se están quemando, y vientos fuertes con rumbo al sur están llevando el humo a la parte central de Montana. 

Al llegar a media mañana, el humo todavía era una sigilosa manta gris sobre Helena. Pero por alguna razón, después de horas de sentirme claustrofóbico y con el corazón enfermo, después de preguntarme cómo diablos están los millones de aves migrantes primaverales con esta tormenta de humo—por alguna razón mi depresión se transformó. Creo que era por los dientes de león.
Amo los dientes de león. Me encanta verlos en medio de la ciudad de Helena, entre las aceras y el asfalto. Me encanta acordarme de los jilgueritos canarios (Spinus tristis) y los gorriones cejas blancas (Spizella passerina) que veía hace años en el césped de mi papá en Idaho, alimentándose con las semillas. Los dientes de león me recuerdan que, tan trágica y destructiva y fuera de control que sea la vida, nosotros, los seres vivos de la tierra, somos persistentes.

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